Corría el año 1229, los cristianos habían triunfado en las Navas de Tolosa y los árabes estaban más preocupados en sus rencillas internas que en el peligro que les amenazaba. Los castellanos y leoneses se habían unido en una causa común: la Reconquista de las tierras que aún permanecían en poder de los árabes. Cáceres, la ciudad Cazires de los Almohades, estaba gobernada por un Kaid moro, soberbio y orgulloso, cuyas defensas se basaban en la gran fortaleza que le guardaba.
La ciudad, de origen romano y fortificado más tarde por los habitantes que gobernaban en este momento, estaba formada por inmensos alcázares y palacios donde vivían plácidamente los nuevos califas. La gran ciudad, rodeada de torres defensivas proporcionaba un gran aspecto de seguridad
Alfonso IX, se había empeñado en su conquista y los intentos que había tenido hasta ahora, no habían sido nada fructíferos, pero había que buscar una nueva forma. Para conseguirlo, reunió a sus mejores capitanes y destacó una embajada que pidió ser recibida por el señor Alkaide de la fortaleza. La comitiva estaba presidida por un valiente y apuesto capitán que presidía las negociaciones. Éste, al comprobar que sus intenciones no eran compartidas por el gran Kaid, instintivamente pensó en la compensación enamorando a su hija. El capitán leonés pudo contemplar la gran belleza y sencillez de la princesa y sus ojos debieron mostrar un espontáneo enamoramiento cuando su mirada no se apartaba de la de la bella dama.
Cuando, el capitán dio por fracasado el intento de rendición del padre y atravesando la gran sala se dirigía a la galería principal, vio como se acercaba la aya de la princesa y disimuladamente le entregaba un nota que decía: “Acude todas las noches a la calleja de la Mansa Alborada y una dama te acompañará a mi presencia”. El corazón del capitán latió aceleradamente, y temió que se tratara de una trampa, pero la probabilidad de una aventura amorosa y el acercamiento a la fortaleza del Kaid, hizo que su decisión fuera inmediata. Cuando llegó la noche se acercó al palacio y vio que entre la maleza una dama mora le invitaba al aposento de su señora.
La Mansa Alborada era una tortuosa galería que aparecía entre las huertas de la muralla y recorría un espacio subterráneo y oculto hasta llegar a los interiores del palacio, el valiente capitán atravesó la calleja y pudo ver al objeto de su amor. Estas visitas empezaron a sucederse todas las noches, la princesa moría de amor por el cristiano leonés, mientras que la ciudad procuraba no sucumbir al asedio del enemigo. El cerco iba estrechándose, pero al gran visir, le sobraban las intenciones de seguir en su puesto, resistiendo el cerco del enemigo.
Mientras, los amantes continuaron en su aventura amorosa, noche tras noche, cuando el capitán vio que la princesa estaba rendida a sus pies, logró que le diera la llave de la galería subterránea, con la promesa de que sólo la utilizaría para sus amores nocturnos, pero la intención del leonés no era otra que la de penetrar en la inexpugnable fortaleza sembrando el desastre y la victoria personal.
El plan era el siguiente: las mesnadas cristianas atacarían la ciudad por varios flancos, mientras él con un grupo de soldados escogidos, se presentaría en los interiores del Alcázar: la victoria fue tan fácil como lo habían planeado.
El Kaid descubrió la causa de la derrota e indignado acusó a su hija de traición y le condenó, a ella y a todas sus doncellas, a permanecer en la subterránea Mansa Alborada hasta que los hijos del profeta volvieran a conquistar la ciudad perdida por su culpa, y para que nadie pudiera ayudarlas tabicó la entrada y la salida que desaparecieron de paisaje.
Desde entonces desde todos los rincones del gran palacio, hoy “Casa
de las Veletas”, se oyen hondos suspiros y llantos. Por el conjuro del poderoso Kaid, son convertidas sus quejas en piar de gallinas y polluelas, y no son pocos los que han sentido el espíritu de la mora por encima de la muralla convertida en gallina con polluelos de oro, que salen a dar una vuelta por los contornos en la Noche de San Juan.
ACTIVIDAD:
1)Consiste en darles a cada niño una inagen en blanco y negro para que la puedan colorearlo según ellos quieran y se la imaginen. La imagen es de una princesa con un castillo.
2) La actividad consiste en realizar una gallina con materiales reciclados que traerán de casa.
MATERIALES NECESARIOS:
3 tubos de papel higiénico. Papel de color rojo. Pintura de color rojo, amarillo y marrón. Un rotulador negro. Pegamento. Tijeras. Hojas de revista de colores
ELABORACIÓN:
Primero pintamos dos tubos de papel higiénico de color rojo, marrón y amarillo para el gallo y la gallina. A continuación cortamos un tubo por la mitad y pintamos las dos mitades de amarillo para hacer los pollitos. Después dibujamos en el papel rojo los picos , las crestas, los buches y las patas. Recortamos y pegamos. Más tarde pintamos los ojos con un rotulador.
Por último recortamos tiras finas de papel de revista y se las pegamos al gallo por detrás para hacer la cola.